El día que Rosalía me recordó que no soy joven

Escrito el 8 Abr, 2022

Tenía unas notas que quería pasar a limpio en esta entrada del blog y titularlo algo así como: “El día que hice una sátira y todo el mundo se lo tomó en serio.” Pero me ha dado una pereza…

Debo decir que eran unas notas de voz que me había grabado un día mientras conducía, hablando de un video que subí cuando comenzó la invasión de Ucrania por parte de Rusia. El video pretendía tener un carácter satírico y creo que lo conseguí, pero no mucho…
De verdad, ya os lo contaré otro día. Porque, como he dicho antes, me da pereza abordar este tema hoy porque implica hablar (de nuevo) de redes sociales y de nuestra interacción en la quizá mal llamada era de la comunicación. ¿Véis? Ya empiezo. No quiero que parezca que en este blog solo voy a hablar de esto, así que PARO.

Os cuento que hoy me he visto el video de Jaime Altozano que analiza el #MotoMami de Rosalía. Y pongo el título del disco con la almohadilla porque ¿qué sería de este disco sin las redes sociales? (¡mierda! otra vez con las redes). Por cierto, el video me lo pasó mi hermano que sabe que sigo a Jaime y él (mi hermano) es un enamorado de todo lo que hace Rosalía desde hace mucho. Por eso, creo que hace tiempo que intenta decirme muy de seguido, sin tirármelo a la cara descaradamente, que MotoMami es la leche. Porque él ha sufrido mis primeras reacciones a todo lo que me ha mandado de Rosalía después de “El mal querer”. Él ha visto cómo cada vez que me mandaba un enlace de un single nuevo yo parecía desmarcarme más y más de su entusiasmo. 

Para que os hagáis una idea de por dónde voy, si tengo que quedarme con un “con altura” me quedo con el de las Ginebras y si tengo que elegir, en el dúo de “Lo vas a olvidar” me quedo con Billie Eilish. No obstante, hay bastantes temas de Rosalía, de después del disco de 2018, que me han gustado, eh. Pero, llega MotoMami… o mejor dicho: llega aquel video con la letra de “te quiero ride como a mi bike” y yo lo rechazo totalmente. No me gusta esta Rosalía, ya está. Lo achaco a la, quizá mal llamada, superficialidad. A quedarse con la forma (la cuidada producción y un estilo muy personal) y sin fondo. De hecho, tengo algún tuit por ahí en el que comparo la segunda temporada de Euphoria con MotoMami.

Yo conocí a Rosalía con una versión que tiene en su disco Los Ángeles de la “La hija de Juan Simón” y me gustó, pero tampoco me estalló la cabeza. Pensé: “Oye, es un poco Silvia Pérez Cruz. Aquí con la hija de Juan Simón y con una versión de Johnny Cash para cerrar el disco.” Mi hermano se fue a verla en directo antes de que lo petara con “El mal querer”, y tampoco estaba yo ahí muerto de la envidia. Luego ya vino el mal querer y… (emoji con ojos corazones).

¿Qué me pasa entonces con MotoMami y con la letra de Hentai («te quiero ride…»)?

En el video de Altozano, he podido confirmar algo que pensaba y es que este es probablemente su disco más personal, porque es el que habla de su realidad y de su pasado inmediato. Es decir, estos últimos cuatro años: su fama, la pandemia, su día a día… LAS REDES. Porque buena parte de la identidad de Rosalía como artista se ha fraguado a través de su uso de las redes sociales y de su relación directa con su público. Y aquí, ya sabéis, se prima lo rápido, lo visualmente impactante, lo que va al grano, y lo espontáneo. Y a mí, la verdad, esta faceta de ella es la que menos me ha llegado.

Por esto, no me extraña que mis primeras reacciones con su nuevo trabajo fueran un poco así

Y no es que tenga yo especial apego a las letras en la música. No me he parado a querer entender las letras de la música anglosajona hasta bien mayor. Y yo he disfrutado siempre con esas armonías y esas melodías sin necesidad de nada más. Y tampoco necesito que las letras me cambien la vida: Yo soy feliz con el “Que no me gusta el pan, que no me gusta el queso, lo que me gustela y eran tus besos, y eran tus besos y eran tus besos…” del Capullo de Jerez.

Pero, tirando un poco del concepto de performance de Ter: esta parte performática de Rosalía creo que, de primeras, me produce rechazo porque me recuerda que no soy joven. Que no estoy en su universo, que no lo entiendo. Y eso jode. Lo que no se entiende no gusta, esto es así. Los prejuicios llegan primero. Es lo que tenemos por instinto. Recuerdo cuando mis primeros amigos músicos (heavys) me ponían sus temacos a doble bombo y a mí se me torcía la cara. Por otro lado, reconozco que estos prejuicios se fueron alimentando por la tendencia de Rosalía a hacer colaboraciones con músicos del panorama electro-latino; pero no porque tenga yo nada en contra de este género (sin entrar en detalles), si no porque simplemente no lo consumo y, por tanto, no me gusta. (Eso sí, no me pongas “Pobre diabla” de Don Omar, que me vengo arriba.)

So, en mi cabeza la tendencia (“superficial”) que Rosalía llevaba, culminaba con MotoMami; el círculo se cierra, el dibujo que se completa. Por cierto, habrás notado que al inicio de este párrafo he puesto un “so”. No me he comido ninguna letra ni quiero que mi caballo frene, he puesto ese “so” como un préstamo del inglés. Y es que esa es otra de las cosas que juega a favor del rechazo del nuevo trabajo de la catalana. Esta tendencia idiomática a colar términos en inglés, que viene de la globalización comunicativa que ha traído internet. Como he dicho antes, sentirse fuera de la tendencia, no entender, hacen que te sientas imbécil. Y para sentirte imbécil tú, pues mejor llamárselo a ella, que es la que está usando palabras raras y expresándose de una manera diferente a la habitual. EN TU PEQUEÑO Y DIMINUTO CÍRCULO.


Rosalía es un exponente de la cultura Pop. Y MotoMami bien podría ser un resumen de internet de los últimos cuatro años. Es un divertimento. Y a mí debería gustarme porque aprecio el valor de lo pop en la creación artística, peeero… ahora mismo, en este momento, right now, soy una persona intensita. ¡Qué le vamos hacer! Intento huir de algunas de las cosas naíf que me rodean, a veces no me gusta lo simplista. Así que aprecio el extraordinario valor musical del último disco de Rosalía, pero oye, hoy por hoy no me gusta.

Voy a escuchármelo otra vez, a ver si sigue sin gustarme…


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